Preparando el barro que va a ser forma nueva, miro mis dedos ansiosos por sentir al tacto la humedad que aliviará la piel, que será suave hasta que seque la arcilla entre los pliegues de mis manos, ahora grises, secas, asperas. Tengo sed.
Se marca la textura de mi piel, parece vieja, ajada, piedra.
Busco la humedad y me sumerjo entera, completa.
Aquel pájaro …
Caminaba por el bosque y escuché un gemido no muy lejano. Busqué y entre las hojas estaba un pequeño pájaro herido; lo levanté y, al sostener entre mis manos su pequeño y frágil cuerpo, los sonidos de sus agónicos gritos me llevaron a pensar en los últimos segundos de una vida.
¿Qué hay después?
¿Cómo esa llama que alimenta nuestros movimientos, que nos impulsa y nos motiva, un día, así como así, se apaga?
¿Es ese el final, dónde todo se termina? ¿O es ese instante en el que no existe ni padre; ni hijo; ni amigo; ni hermano que nos pueda acompañar a trascender, el comienzo de otra cosa? Tal vez somos como un rayo de luz que, al apagarse deja tras de sí una estela que solo el recuerdo activa con olores; sabores; objetos; lugares; fotos … y la mantiene resplandeciente.
¿Qué rastros de esa presencia que fue, quedan latiendo después?
Quiero pensar que esos puntos de luz que brillan en la oscuridad de la noche son aquellos seres que fueron parte, en algún tiempo, de este mundo y están viajando hacia otros.
¡Vuela alto y sigue tu viaje pequeño amigo!
JAVIER
Que es aquello en lo que me pierdo cuando no estas?
Todo lo mío me protege, me cobija.
soporto este tiempo con su aroma de extrañeza.
Ese que se me escapa e intento retenerlo.
A veces lo logro entre los aromas que te recuerdan...
y siento que el tiempo deja de escaparse y me permite tenerte.
Todo deja de ser lineal,
comienzo a flotar en un extenso presente donde te tengo.
IARA
El Templo

Una fugazza, una coca en botella de vidrio, almuerzo fugaz y de parado. Depositás el peso sobre una pierna y vas alternando, así hasta el final. Vinimos de paso pero en el fondo no quiero que pase, un día cualquiera, una comida más, y sin embargo es especial. Momento presente que se escurre, complicidad y goce grupal al saborear la muzzarella que se chorrea por los costados del triángulo de masa de corte afilado. Momento cercano al orgasmo cuando me llevo una aceituna a la boca mientras le quito la carne al carozo entre maniobras con la lengua y luego me ayudo con los dedos a raspar el último rastro con los dientes. Retiro la mano de la boca, ahora aceitosa y salivada. Para ayudar a la higiene vuelvo a introducir uno a uno los dedos y los chupo hasta quitarles lo salado. Duranter un segundo me pregunto cuándo fue la última vez que realicé el aseo de mis extremidades superiores y creo que fue en casa, -pero mejor no pensar tanto- me argumento y concluyo que es un aporte a la inmunidad. El acto finaliza cuando recurro a la servilleta de papel liso y rígido que apenas roza el dedo genera una instantánea mutación de textura a translúcida y brillosa. Me limpio como puedo y mis dedos instintivamente realizan un pequeño bollo que inmediatamente es arrojado al costado del plato apoyado sobre la angosta barra de metal. Todavía queda en ella la huella del trapo húmedo y grisáseo que hace apenas unos minutos pasó el mozo con el objetivo de arrojar las migas, aquél último rastro con adn del comensal anterior, al suelo de baldosas de granito cuya textura y variedad de colores contribuyen amigablemente a disimular la barrida omitida.
Algo del universo sonoro nos devuelve una sensación de extraña calma hogareña, a pesar del alto tránsito y la cantidad excesiva de estímulos: que los bondis, que los bocinazos por el auto que se detuvo pero se acordó tarde de advertir con las valizas al que viene detrás, que la gente que entra y que sale, los que se reúnen y se saludan efusivamente, los que se ríen y se atragantan con empanadas, que el grito de la comanda y que "traeme dos seven up para el caballero".
Te escucho entre tanto barullo y te observo mientras me contás la anécdota de ayer pero por un segundo me distrae la luz roja chillona de los carteles de neón, pequeñas maravillas destellantes que adornan el boliche entre fotos de personajes pretéritos avejentadas pero bien dispuestas.
Último bocado de la porción monumental que sostiene un techo de fainá, liso y consistente. Se disfruta particularmente y se saborea hasta el final, intentando retener algo de aquel sabor para después, cuando no haya más. Fondo blanco a la botellita de coca, última servilleta que resfriega la comisura de los labios y un poco más abajo. Nos iremos en los próximos minutos pero me llevaré conmigo el perfume de la muzzarella en el bigote de camino a casa, mientras le pido a Dios que estos templos porteños nunca sean derrivados.
Descansar

Una mujer decidió brotar de la rama y ser fruto. Perder la forma humana y dejar crecer lo vegetal que había en ella para ensayar otra manera de existencia.

Descansar sobre el tronco para aprender su forma, su impulso vital de crecimiento lento.
Nutrirse de sol, de clorofila y fotosíntesis.
Hundirse en la tierra húmeda sin sentir frío.
Alojar nidos de pájaros.
Convivir con hongos e insectos.
Cambiar sus hojas cíclicamente.
Reconocer la corteza en su piel, la ramificación de su cuerpo, el agarre de sus raíces.

Descansar del cuerpo propio, el cuerpo humanamente aprendido, mudar de reino, devenir vegetal.

Escuchar el sonido de un árbol cayendo en el bosque.
Mañana en la ciudad

A veces soy un fragmento mas en la urbe cotidiana. Excusa perfecta de la indiferencia ajena.
Mi cuerpo se deshabita. Camino impulsada por la inercia del trayecto conocido o guiada por los pasos de los otros.
Soy el reflejo en la vidriera, la pisada húmeda en el pavimento o simplemente la respiracion agitada de la urgencia.
Soy confusión de bocinas, luces y perturbación cotidiana de sentidos.
Me detengo. Me asusta.
Veo caminantes apurados de mirada extraviada y gesto adusto.
Me desoriento. Busco mi imagen nuevamente en la vidriera para constatar que sigo estando, que no soy uno de ellos.
Y finalmente me encuentro, allí estoy entre esqueletos de transeúntes.
Aun resisto.
De repente, rebusco en mi cartera, necesito desesperadamente mitigar esta experiencia aterradora.
Entonces suspiro, sonrío y capturo una selfie con la convicción de subirla a las redes junto al texto “bella mañana en la ciudad”
ABRIL
Te mira sin preámbulos
te fija obsesivamente
te introduce a su
mar de fresa menstrual
ritual amniótico
desiderátum
apetito ancestral donde los caprichos
se desnudan de antojos
Pedíle a la Santa Muni
que te congele la boca a besos
Su belleza promete
un segundo rostro
que no verás.
Con la mirada hambrienta
la Santa Muni te lanza un
“ me enchastro los labios
para perturbarte mejor”
Soy toda cuero y deseo
que me mires por más tiempo
hasta el desamparo de la seducción
hasta naufragar en mi cuerpo
de helechos y enredaderas
Love me in my Mar Rojo honey!
no podrás descifrar el canto de esta sirena y
te frotarás hasta que todo se vulva fresa
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